EL ESFUERZO DE LA MUJER HAY QUE VALORARLO SEÑORES
Un hombre se quejaba así:
Dios mío, ten compasión de mi, mira como trabajo tanto, en
cambio mi mujer tan tranquila en la casa. Yo daría cualquier cosa para que
hicieras un milagro y convirtieras a mi mujer en mí, y yo en mi mujer, para que
la muy floja aprenda lo que es la vida de un hombre.
Dios, en su infinita misericordia, ¡ZAZ! que le concede el
milagro.
El primer día en la mañana, el milagro andante corre a
levantar a los niños para que se alisten, prepara desayunos, pone una lavadora,
saca del congelador la carne para el mediodía y sale disparada a la escuela con
los hijos.
De vuelta pasa a la gasolinera, cambia un cheque, paga el
teléfono y la luz, recoge los trajes de la tintorería, hace las compras del
súper rapidísimo ¡y ya estaba al filo de la una de la tarde!
Tendió camas, sacó la ropa húmeda y puso otra lavadora,
aspiró por donde siempre anda mirando la suegra, preparó un arroz frito, salió
disparado a la escuela, se peleó con sus hijos maleducados, les dio de comer,
lavó los platos, tendió la ropa húmeda en sillas porque estaba lloviendo a
cántaros, miró que los niños comenzaran a hacer la tarea, planchó una ropita
pendiente mientras veía algo de tele...
Y salió disparado a la cocina para preparar la cena mientras
volvía a pelear con los hijos para que se bañaran a tiempo.
A las 9 de la noche estaba agotado y deseando dormir a
pierna suelta, pero en la cama le esperaban más deberes...
¡EL DEBER DE ESPOSA!...pobrecito, lo cumplió como pudo...
Al día siguiente volvió a clamar a Dios:
¡Señor! ¡No sé en qué estaba pensando cuando tanto te
supliqué que me cambiaras el rol! Te ruego me devuelvas a mi condición normal,
¡por favooor!"
Entonces oyó la amorosa respuesta de Dios:
Claro que sí, hijo mío, sólo que deberás esperar nueve meses
porque anoche quedaste embarazado...
El esfuerzo de la mujer hay que valorarlo.
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